Nada es personal

Lo que nos afecta de otros tiene más que ver con nosotros mismos que con los demás

Cada interacción humana es una danza compleja entre estímulos externos y nuestras interpretaciones internas. La idea de que los demás nos sirven como espejos se refleja tanto en una proyección de lo que no queremos ver, como en la resonancia con lo que ya existe dentro de nosotros mismos, gracias a mecanismos como la proyección psicológica y la percepción subjetiva de la realidad


Cada persona interpreta la realidad de acuerdo con sus creencias y experiencias previas de manera que, cuando alguien actúa de cierta manera, no necesariamente lo hace contra nosotros, sino desde su mundo interno. Cuando intentas ver el mundo desde la perspectiva del otro sin asumir que sus acciones son ataques personales, comprendes que no se trata tanto de la acción en sí, sino de lo que significa para nosotros. Mediante el fenómeno conocido como ¨proyección¨, atribuimos a los demás aspectos de nosotros mismos como pensamientos, emociones o características que en realidad nos pertenecen pero que no queremos reconocer. Para evitar la incomodidad de reconocer estos aspectos de nuestra personalidad, los externalizamos en otras personas, es decir, en lugar de aceptar que algo es nuestro, lo vemos reflejado en ¨el otro¨. Solo cuando somos conscientes de ello y asumimos nuestra responsabilidad emocional, podemos transformar las relaciones y crecer personalmente

¿Por qué hablamos de una percepción subjetiva de la realidad? Porque nuestra percepción del mundo no es un representación fiel y objetiva de lo que nos rodea, sino una construcción personal influenciada por múltiples factores internos. Todo lo que vemos en los demás pasa primero por nuestro filtro mental y emocional, por tanto, cuando una persona nos afecta emocionalmente (para bien y para mal); en realidad está tocando algo que ya estaba dentro de nosotros. Cada persona con la que interactuamos actúa como un estímulo único que puede evocar en nosotros respuestas emocionales distintas, filtrándolas a través de nuestras experiencias, creencias y emociones previas. Antes de reaccionar, haz una pausa y pregúntate: ¿realmente esto es sobre mi o sobre la otra persona? ¿qué me está mostrando sobre mis heridas o creencias?

Son tus partes puestas afuera y cuando decides trabajar esas proyecciones decides trabajar en¨lo que le reclamas al otro¨, ¨lo que el otro no te da¨, ¨lo que te genera¨.... en realidad, todo lo que el otro te genera son estadios internos, es un vehículo de tu mundo interno y, a su vez, tu también tienes el poder de generar esas experiencias en el otro

Comprender que los demás actúan como espejos no significa que debamos soportarlo todo sin límites ni que la responsabilidad afectiva desaparezca

Ahora bien, nuestras emociones no dejan de ser válidas ni debemos ignorarlas solo por comprender que lo que nos molesta de los demás tenga que ver más con nosotros que con el otro. Aquí es donde está el matiz: reconocer que aunque mi reacción tenga un componente interno, no exime al otro de su responsabilidad en la interacción. Si bien hay situaciones donde nuestra reacción viene de una herida interna, hay otras donde simplemente hay una falta de respeto. Comprender estos mecanismos nos ayuda a reaccionar con más conciencia, en lugar de reaccionar impulsivamente, es decir, no todo es personal, pero eso no significa que todo deba ser tolerado